Es tan habitual leer y escuchar, aún por esta época, después de tantas luchas feministas, sobre la frescura con que se suele culpar y odiar a otra mujer, a la intrusa, que se «metió» en la relación. No se si lo seguimos haciendo por costumbre, por conveniencia ó porque es lo que siempre hemos escuchado.
-¿por conveniencia?-
-Sí, así podemos culpar a «la otra» mientras seguimos durmiendo «tranquilamente» con el verdadero responsable-.
¡Claro!, es más fácil echarle toda la culpa a la otra, así descargamos en ella tanta rabia y dolor que produce una infidelidad:
Culpándola de haber destruido tu hogar y por, supuestamente, gozar con tu sufrimiento,
chantajeándola con la culpa de estar malogrando la felicidad de tus hijos,
tildándola de «puta» por incitar al galán para que te traicionara,
deseándole a ésa malvada, muchas veces desconocida, la peor de las desgracias,
condenándola a ser infeliz por construir su tumba sobre la tuya, y
amenazándola con darle la paliza de su vida, para que desista de incitar a tu marido a serte infiel.
La zorra ésa se metió
Antes de seguir vociferando eso, respóndete estas dos interrogantes:
¿te has sentado a pensar, en medio de toda tu rabia, que por más descarada, insolente, inmoral y despiadada que sea una mujer, no tiene el poder de meterse en los pantalones de un tipo para obligarlo a que tenga una aventura amorosa?
¿crees que esa persona que no tiene escrúpulos, según tú, debería asumir el compromiso de respetar a tus hijos y a tu hogar, más de lo que debería hacerlo tu infiel pareja?
La Infidelidad
Veamos qué es y qué entendemos cuando escuchamos esa palabra.
Sin embargo, popularmente, la infidelidad se refiere a una relación amorosa sostenida clandestinamente, con una persona ajena al vínculo oficial.

Inclusive, en una relación amorosa sostenida de manera simultánea con varias personas, con consentimiento y conocimiento de todos los involucrados, se considera infidelidad cuando se suma a alguien no acordado.
La Intrusa no es inocente, pero hay un culpable
Cuando se inicia una relación amorosa se dicen muchas cosas, sobre lo que nos gusta y lo que no, se supone que a medida que los involucrados se van conociendo se va sobreentendiendo lo que no se dice y hay patrones que ya están preestablecidos, como lo es el de que al 90% no soporta que le sean infiel.
Osea, no te pueden venir con el cuento de que no sabía que te iba a hacer sufrir, que te iba a doler.
Es súper comprensible, que la rabia y el dolor te hagan perder el control, de tal manera, que sientas ganas de acabar (literalmente hablando) con tu pareja, con la intrusa y con todo aquel que sabía sobre los cuernos y no te dijo nada.
¿pero por qué siempre salimos a echarle la culpa al tercero?
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El infiel es tu pareja, que teniendo una relación amorosa contigo, se permitió no importarle más nada que saciar su ego y traicionarte.
El infiel no es la intrusa, aunque sin ella no se puede consolidar «el cacho», ella no tiene identidad definida, puede ser cualquiera. Pero que <se mete> porque él se lo permite.
Cualquiera, que muchas veces ni te conoce, que ni siquiera sabe que existes, y si sabe, podría ser una persona sin escrúpulos que no le importa hacerle daño a los demás.
El cacho no tiene que ver contigo
La infidelidad existe en todas partes, y no tiene que ver con que la relación vaya mal o vaya bien.
La infidelidad no siempre coincide con problemas matrimoniales.
Tampoco tiene que ver con el grado de estabilidad de la relación, a pesar de que creemos que en honor al compañerismo, la confianza y el equilibrio entre la libertad y la seguridad que hemos logrado, no debería haber infidelidad.
En muchos casos, sí es cierto que una aventura se excusa en la necesidad de compensar carencias en la relación; el querer desviar conflictos, la falta prolongada de sexo, la soledad, la monotonía o años de tener una y otra vez las mismas discusiones.
También que, existen los adúlteros que caen siempre en lo mismo, los narcisistas que engañan impunemente solo porque pueden y saben que los van a perdonar una y otra vez.
Después del descubrimiento
Los amantes clandestinos
Una vez descubierta la aventura, ésta se debilitará o sencillamente no soportará y terminará, porque esas relaciones las mantiene viva el excitante sabor agridulce de lo prohibido.
Una vez descubiertas se acaba el encanto.
Durante los escasos encuentros amorosos, los amantes hablan con ilusión sobre todas las cosas que podrán hacer cuando, por fin, puedan formalizar su relación.
Sin embargo, cuando se acaba la prohibición, cuando lo exclusivo se mezcla con lo ordinario, cuando empiezan a intervenir los parámetros sociales y la aventura entra en lo cotidiano…
-¿Crees que algunos emprenden una vida feliz y legítima?-
… pero, son muchos más los que no.
La engañada
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Es indiscutible el daño que hace la infidelidad al cónyuge engañado.
Independientemente si se acaba o no la aventura amorosa.
Queda la desconfianza, el dolor por la traición, la herida en el ego, la gran imaginación que se nos aflora; no para buscar alternativas inmediatas, sino para empezar a imaginar los encuentros de esa aventura amorosa, para torturarnos.
La reconciliación es una decisión difícil e individual de cada relación.
cada pareja es diferente, aunque reconoce que “es muy habitual que la persona que no esperaba una infidelidad por parte de su pareja y la descubre, o su pareja se la confiesa, se quede inicialmente en estado de shock”.
Qué sentimientos afloran en la persona que ha sido engañada, Cruz apunta que “a la sorpresa inicial seguramente le seguirá la rabia, el sentimiento de haber sido traicionado y los deseos de revancha contra su pareja.
No tarda en seguirle la tristeza y a menudo, los sentimientos de poca valía personal, ya que con frecuencia la autoestima se ve muy dañada”.
Carmen Cruz, psicóloga sanitaria experta en Coaching, especialista en Comunicación y miembro del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid
No es cuestión de género
Hay que reconocer que no solo los hombres son infieles, cada vez hay más mujeres que le van agarrando el gusto a estas relaciones sin compromiso.
No es una rareza que esto ocurra. Según la Encuesta Social General del año pasado, el 20% de los hombres y el 13% de las mujeres reportaron haber tenido relaciones íntimas con otras personas que no fueron sus cónyuges mientras están casados.
Las razones son de lo más variadas: el aburrimiento que puede ofrecer una relación de tan largo plazo, la falta de afecto o quizás ninguna de estas, sino que uno de los dos ha conocido a otra persona que ha hecho socavar su vida y sus sentimientos.
Referencia
¿En algo estarás de acuerdo conmigo?
Escribo con gratitud…
Gracias por haber llegado hasta aquí.
Si te gustó la lectura, más te va a entretener cómo te lo digo:
Cuan errados estamos al culpar a esa persona que “se metió” en la relación… será nuestro ego que habla por nosotrxs?
Diría que sí, porque la soberbia caracteriza el ego; y ese sentimiento de superioridad, arrogancia, sumado a la carencia de humildad, hace que no podamos asumir que se quebró nuestra relación, que la traición vino de la persona que elegimos. ¿Como mantendría un status social si la gente cree que mi pareja me engañó porque quiso? Es más propicio hacer ver que el culpable está afuera.